Siguiendo con los comentarios de las obras que forman el quiz, le toca el turno a El Ángel que está en el Sol, de Joseph Mallord William Turner.
La obra, de 1846, pertenece a la última etapa del pintor y forma pareja con Ondina da el Anillo a Masaniello, pescador de Nápoles.
Estas dos pinturas pertenecerían a una serie más amplia que se completaría con El Amanecer de la Cristiandad y, posiblemente, con otra obra sin identificar.
Aunque el significado de El Ángel… sigue aún hoy día siendo fuente de controversias, la interpretación aceptada mayoritariamente indica que la figura que protagoniza el cuadro es la del Ángel del Apocalipsis, el Arcángel San Miguel, espada en mano. El Sol frente al cual está es Jesucristo, el Sol de Justicia. En los márgenes del lienzo, como a punto de ser succionados por la poderosa fuerza centrípeta-gestáltica del grupo central Cristo/Juez/Sol/Ángel, se encuentran una serie de figuras que vienen a poner el acento dramático en la maldad que asola el mundo histórico antes del Juicio Final. En la parte izquierda Adán y Eva descubren el cadáver de su hijo Abel y en la derecha Judith levanta la cabeza recién cortada del general Holofernes.
Y los pájaros… hay al parecer una venganza encubierta sobre los críticos que tan mal estaban tratando la obra del maestro en aquel entonces: Turner presentó la pintura describiéndola como el festín de los buitres cuando finaliza el día (“the feast of vultures when the day is done”).
Comparando esta obra con el resto de las que forman la serie se aprecia un protagonismo claro de la luz; pero no de una luz ambiental, indeterminada; al contrario, diríase que la luz ha tomado cuerpo en estas pinturas y se ha convertido en pura voluntad: voluntad de sí misma, apetito de creación y de destrucción, causa y consecuencia de todo lo visible y, por tanto, de todo lo existente.
Este protagonismo casi absoluto de la luz, este mismo enfoque místico y simbólico podemos apreciarlo en otras obras de esta etapa de su vida; por ejemplo, en La mañana después del Diluvio (que podría también formar parte de la serie de la que nos estamos ocupando…)
En la raíz de este enfoque radical se encuentra la concepción que de la Naturaleza tenía Turner; como la mayoría de románticos, pensaba que la fractura existente entre el Hombre y la Naturaleza era consecuencia directa del Pecado Original y causa de nuestro deambular sin rumbo, de nuestra quiebra de Sentido; por tanto, su objetivo era la aproximación a la Creación o, lo que es lo mismo, a la Naturaleza, para paliar en la medida de lo posible esa separación y otorgar de nuevo sentido a la vida como búsqueda de la Gracia.
La luz es, precisamente, el elemento de la Naturaleza que Turner, en su calidad de pintor, elige como catalizador de esa búsqueda. Más concretamente la luz blanca por ser el compendio de todos los colores (como bien sabía el artista como lector y buen conocedor de los experimentos ópticos de Newton y Goethe). Precisamente, el título completo de La mañana después del Diluvio es Luz y Color, Teoría de Goethe - La mañana después del Diluvio... contemplando de nuevo la pintura se da uno cuenta de hasta qué punto es adecuado el título y de la importancia tremenda que Turner concedía a la teoría del color del alemán en su obra.
Ondina da el Anillo a Masaniello, pescador de Nápoles, el cuadro que forma pareja con El Ángel…, ilustra una historia alemana de Friedrich Heinrich Kart; Ondina es un espíritu del mar que fue creado sin alma; para conseguirla debe desposarse con un humano (… escoge a Masaniello, el líder de la sublevación de los "malcontenti", cruelmente sofocada por Juan José de Austria, en el Nápoles del s.XVII). Sin embargo, cargará a cambio con los problemas y las culpas de la humanidad. El paralelismo con Jesucristo es evidente.
Teniendo en cuenta que la otra obra perteneciente a la serie (… a falta de identificar la que la completa) es El Amanecer de la Cristiandad (serie por su unidad temática, ya que esta última pintura es unos años anterior, de 1841), estamos ante una secuencia de pinturas que conforma un pequeño ciclo dedicado al Juicio final, la redención de los pecados y la salvación del alma.
En El Amanecer de la Cristiandad los signos son más evidentes y la lectura se hace más sencilla. Es una variación de La huida a Egipto. La estrella que irradia una luz blanca casi sobrenatural en el extremo superior derecho del lienzo es la Estrella de la mañana; Estrella de la mañana es la Virgen María para un sinfín de autores desde el Nuevo Testamento hasta San Simon Stock, pasando por San Bernardo de Claraval o San Francisco de Asís. La imagen hace referencia a la maternidad de la Virgen, ya que la Estrella de la Mañana es la que precede a la salida del Sol, el Sol de Justicia, es decir, Jesucristo. Pero no es el único significado que contiene la imagen de la estrella: en sucesivos estratos interpretativos, la podemos identificar con la estrella que condujo a los magos a Belén.
Vemos cómo la luz de esta estrella ilumina a la Virgen y el Niño filtrando su luz a través de las ramas de una palmera. La palmera es un símbolo de Inmortalidad, con lo que se está haciendo referencia a la pasión, muerte y posterior resurrección de Jesucristo; pero sus palmas también son un símbolo de Victoria, del Triunfo de Jesucristo en la tierra (… recordemos que con palmas se recibió a Jesús en la entrada a Jerusalén). Y, cómo no, la imagen de la palmera se utiliza ya desde el Cantar de los Cantares para referirse a la belleza mística de la Virgen (Esbelto es tu talle como la palmera / y son tus senos los racimos…).
En el agua del río que están cruzando se reconoce claramente una serpiente removiéndose: posiblemente una alusión a las tentaciones que acosarán al Jesús adulto. El puente aparece en calidad de metáfora del paso del mundo pagano al mundo convertido a la Fe de Cristo. La naturaleza pagana del paisaje que están atravesando se explicita mediante citas que responden plenamente al gusto arqueologizante que Turner había venido desarrollando desde el principio de su carrera: el puente está sostenido por capiteles claramente egipcios, el edificio que a duras penas se percibe en el lechoso fondo de lejanía parece la sala hipóstila de algún templo egipcio y, desde luego, no cabe ninguna duda del origen egipcio de las esculturas que figuran en el primer plano.
Hay en todo ello ecos de Milton, poeta conocido y admirado por Turner, quien años antes había ilustrado sus Poetical Works, donde aparecía el poema Oda en la mañana de la Natividad de Cristo (1629); este poema no fue ilustrado en su momento por Turner, pero parece que años más tarde formó parte importante de la inspiración del artista en El amanecer de la Cristiandad. Al representar las ruinas paganas de Egipto, con sus olvidadas estatuas de dioses primitivos, a buen seguro Turner tenía bien presentes estos fragmentos del poema de Milton:
XXIII
And sullen Moloch fled,
Hath left in shadows dred.
His burning Idol all of blackest hue,
In vain with Cymbals ring,
They call the grisly king,
In dismall dance about the furnace blue;
The brutish gods of Nile as fast,
Isis and Orus, and the Dog Anubis hast.
XXIV
Nor is Osiris seen
In Memphian Grove, or Green,
Trampling the unshowr'd Grasse with lowings loud:
Nor can he be at rest
Within his sacred chest,
Naught but profoundest Hell can be his shroud:
In vain with Timbrel'd Anthems dark
The sable-stoled Sorcerers bear his worshipt Ark.
Hay un tema que parece atravesar transversalmente todos los niveles de significado: la Encarnación entendida como promesa de inmortalidad desplegada en forma cíclica a través de la Naturaleza: nuestra alma humana es Eterna en la medida en que forma parte de una Naturaleza sublimada, pura, traspasada por la Gracia.
En cualquier caso, mi consejo es que más allá de exégesis literarias, disfruten del Turner pintor con mayúsculas, profeta sin saberlo de la modernidad, dejándose llevar simplemente por el apetito de los sentidos, como mejor se degusta su arte.