domingo, 13 de mayo de 2007

EL CÓDIGO VAN EYCK

Tras el éxito del Código Da Vinci se ha consagrado en el imaginario colectivo el personaje de Leonardo (utilizo aquí expresamente la palabra “personaje” muy a sabiendas…) como una especie de iniciado en el conocimiento de un secreto capaz de tambalear los cimientos de la Iglesia, un secreto que afecta a su mismísima razón de ser.

Pues bien, otro artista de calibre superlativo parece que se adelantó a Leonardo ocultando en sus obras mensajes que aluden a ese mismo saber hermético. Me estoy refiriendo al pintor flamenco Jan Van Eyck.

Van Eyck - ¿Posible autorretrato?

La historiografía tradicional del arte ha reconocido siempre en este maestro a uno de los fundadores, junto a Robert Campin, no sólo de la Escuela Flamenca, sino también de cierta tendencia o concepción de la pintura como representación fiel de la realidad en tanto que ella misma se corresponde con exactitud con el mundo del espíritu, el que está más allá del alcance de los sentidos. Es decir, la reproducción obsesivamente fiel que la pintura flamenca hace de la luz, de las calidades de los objetos, de las figuras, de los ambientes, no únicamente obedece a una necesidad digamos estética, “plástica” , “de estilo”, sino también a un imperativo ético; cada pequeño objeto, cada minúsculo reflejo que cobra vida en la pintura, es a su vez un símbolo de una idea, un pensamiento, una intuición o una emoción que son su correlativo en la esfera supra-celeste. Se produce así en algunas de las pinturas de Van Eyck un curioso efecto óptico, una especie de tensión entre la minuciosidad microscópica y la síntesis macro-cósmica que resume la totalidad del cuadro.

Pues bien, la pintura que centrará nuestra atención es uno de los mayores logros de Van Eyck: se trata del Políptico del Cordero Místico (1430-1432, aprox.), en la catedral de San Bavón, en Gante.

Clive Prince y Lynn Picknett, los autores de “La Revelación Templaria”, uno de los libros en los que Dan Brown se ha basado en sus novelas, llaman la atención sobre una especie de “corriente subterránea herética” que, sin interrupción, ha ido surgiendo veladamente en los acontecimientos artísticos y culturales de la Europa occidental desde el Renacimiento a nuestros días. Dicha corriente implicaría un caudal de saber hermético transmitido de muy diversas formas a ciertos “iniciados” escogidos entre una élite artística. Leonardo, Botticelli y, antes que ellos, Van Eyck, formarían parte de este grupo.

Les supongo a todos familiarizados con las directrices generales de las teorías que vertebran “El Código Da Vinci”: lo esencial es que el Mensaje Secreto transmitido de generación en generación, capaz por sí solo de acabar para siempre con el poder secular de la Iglesia, es el mismísimo Santo Grial entendido como símbolo que alude a la descendencia de Jesucristo Rey de los Judíos (Santo Grial = Sangre Real), fruto de su matrimonio con María Magdalena. En la particular iconografía de este evangelio alternativo tiene un lugar destacadísimo la figura de San Juan Evangelista y, sobre todo, la de San Juan Bautista: su representación en la pintura de Leonardo funciona como un signo, un icono cuyo clímax lo constituye el famoso gesto del dedo índice apuntando hacia el cielo (un interrogante…). Se dice que los templarios tuvieron en su poder ese dedo hasta que los avatares de la historia provocaron que recayera finalmente entre las posesiones de Cosimo de Medicis en la Florencia del siglo XV. Este dato (por supuesto, jamás confirmado) es importante por dos aspectos: primero, porque introduce en el Secreto a los templarios otorgándoles un gran protagonismo (¡menuda sorpresa..!) y segundo, porque nos presenta al gran mecenas Cosme el Viejo, verdadero impulsor de la dinastía medicea, como un posible Iniciado (recordemos que con él comienza una Edad de Oro de la cultura y las artes en Florencia repleta de cimas no sólo estéticas sino también mistéricas: Botticelli, Leonardo, Miguel Ángel, la poesía y la filosofía neoplatónicas de Ficino, Poliziano, etc., etc.).

Otro dato a tener en cuenta: El mayor mecenas y protector de Van Eyck, Felipe el Bueno, Duque de Borgoña, da la casualidad de que es también considerado no sólo un Iniciado, sino un apasionado de la cabalística, la astrología y la alquimia, de tal forma que tenía en su palacio de Bruselas su propio laboratorio. Pues bien, es el Duque Felipe quien crea la Orden del Toisón de Oro en 1429 con motivo de su matrimonio con Isabel de Avís, hija de Juan I de Portugal. Conmemora teóricamente la gran victoria bíblica de Gedeón contra los madianitas a través del sacrificio del cordero, pero es importante recordar que alude directamente al mítico vellocino de oro, en cuya búsqueda se lanzan Jasón y sus argonautas. Se establece un claro paralelismo entre esa búsqueda iniciática y la del Santo Grial, con el que se identifica el Vellocino. El Toisón sería una metáfora del proceso a través del cual, descendiendo directamente por el tronco del árbol de la Vida, nos es otorgado el don del Conocimiento Divino derramado en forma de agua de vida por el cáliz-vellocino (un concepto que atenta directamente contra la doctrina católica-romana, para la cual es imposible alcanzar el conocimiento divino directamente).

Veamos ahora cuales son los símbolos concretos que distribuye “el iniciado” Jan Van Eyck a lo largo de su monumental y bellísimo retablo de Gante (siempre según Prince y Picknett).

En primer lugar, claras alusiones a los dos santos Juanes (siglos más tarde, los francmasones también les proporcionarían un lugar de honor en su simbología). En el reverso del Políptico, una representación poco usual así lo pone de manifiesto: los donantes, el banquero Judocus Vijdt y su esposa, están rezando de hinojos no frente a la Virgen o a una imagen de la piedad, sino ante las imponentes figuras de San Juan Evangelista y de San Juan Bautista.

San Juan Bautista vuelve a aparecer en el anverso del Políptico en un lugar de honor: los tres paneles centrales del cuerpo superior representan una deesis clásica; en el panel de la derecha, San Juan Bautista tiene el índice desplegado en una primera versión del gesto enigmático al que hemos hecho mención; pues bien, su dedo índice está apuntando directamente a… ¡una cruz templaria! (...de hecho la está tocando):

Entre los paneles inferiores, en la zona de la izquierda hay uno titulado “Los soldados de Cristo”; las cruces templarias son ostensiblemente visibles en los estandartes de los caballeros que acuden a adorar al Cordero Místico.

El Cordero, en el panel central del cuerpo inferior, está manando sangre en un cáliz: sería una clara alusión tanto al Santo Grial como al Vellocino de Oro; además, el verdadero Cordero de Dios, según algunos, sería San Juan Bautista, que efectivamente mediante el sacramento del Bautismo quitaba el pecado del mundo, y no Jesucristo.

En la vertical del Cordero, un mástil conduce nuestra vista hacia la Fuente de la Vida; pues bien, esta fuente de la vida sería el equivalente del Árbol de la Vida a través del cual desciende el Conocimiento Divino al Mundo Material…en realidad, el conocimiento de lo Arcano, mezcla de espiritualidad, esoterismo y ciencia.

El Cordero también simbolizaría en su dimensión astrológica a la Constelación de Aries; como es bien sabido la era de Aries es era de cambios, de renacimientos: Van Eyck nos habría dejado una pista de lo que pretende ser la nueva cultura, el nuevo arte: un portal abierto tanto a la ciencia como a lo arcano, un conocimiento de orden superior codificado en símbolos.

Por cierto que la figura que ocupa el panel central del cuerpo superior, y que en teoría debería ser Cristo (o Dios Todopoderoso), está representado más bien como el Rey de Reyes del Apocalipsis (multitud de coronas sobre la cabeza y vestidos rojos cubriéndole) y, por lo tanto, puede que sea Jesucristo y también puede que no lo sea…

El hecho seguro es que este Políptico funciona también como una especie de amuleto: en el revestimiento de azulejos del suelo de uno de los paneles con ángeles músicos hay una baldosa en la que claramente figura la inscripción “AGLA”; pertenece a la cábala, son las siglas de “Ateh Gibor Le-olam Adonai”, “Dios es Todopoderoso”, una fórmula mágica de invocación y protección.

Y por último, la más peregrina, en mi opinión, de las especulaciones de los dos estudiosos sobre el artista flamenco: una inscripción en la propia pintura parece sugerir que ésta fue comenzada por Hubert, hermano de Jan, y finalizada por éste. Pues bien, la hipótesis a la que hacía referencia es que Hubert es el propio Jan antes de ser Iniciado en el Secreto, es decir, antes de convertirse en un “hermano”, sinónimo de “iniciado”; posteriormente se cambiaría el nombre y adoptaría, precisamente, el emblemático de Jan, es decir, Juan.

Hasta aquí las hipótesis alrededor de esta obra según Prince y Picknett. Todo aquél que esté interesado en leer el artículo puede encontrarlo aquí (en inglés, advierto):

http://www.philipcoppens.com/vaneyck.html

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante, querido colega, pues yo, como incansable investigador de lo para-anormal en el Arte, vengo años desentrañando una compleja traba que se me ocurre llamarla (el título es totalmente inventado por mí) "El código Ripo", que consiste en averiguar el arcano secreto de por qué tiene tanto éxito el pintor Ripollés.
Pero he llegado a la conclusión de que no me alcanza lintelecto y necesito más neuronas frescas. ¿Alguien me vende unas cuantas?

Anónimo dijo...

Un magnífico análisis de Girolamo (como siempre).
Me sé de unos estudiantes de 2º de Bachillerato que mañana tendrán esta información en su poder. Por lo menos a ver si aprenden algo (lo dudo) y dejan de leer a Dan Brown (espero).
Abstracción = a mierda (Antonio López dixit).