miércoles, 19 de septiembre de 2007

LECTURAS SIMBÓLICAS


Queda resuelto uno de los cinco misterios que proponía en el post titulado quiz.

La imagen “D”, efectivamente, es un fragmento del cuadro Virgen con el Niño frente a la chimenea del pintor flamenco Robert Campin.

El fragmento es un pequeño y encantador bodegón dentro del cuadro que representa posiblemente un aguamanil sobre una bandeja descansando sobre una especie de mesita de tres patas. No es la única vez que aparece un mueble como éste en la pintura de Campin. Lo volvemos a ver, por ejemplo, en esta Virgen de la pantalla de mimbre:

Como la mayoría de detalles descriptivos en el arte del maestro, su presencia no obedece únicamente a la satisfacción de un realismo estético incipiente sino también, sobre todo, a una voluntad simbólica. No es casualidad que la mesita representada por Campin en ambas obras tenga tres patas: ello es así porque se trata de un símbolo, una alusión a la Trinidad.

La novedad que introduce Campin, además de la técnica descriptiva, prodigiosa, es el modo en que camufla sus símbolos y los presenta en la forma de objetos cotidianos, planteando un modo distinto de entender la Naturaleza como creación divina y como lugar donde habita El Creador.

Así, en la obra a que aludíamos, la Virgen de la pantalla de mimbre, sustituye el nimbo habitual de las representaciones sagradas por una pantalla de mimbre que, “casualmente”, se dispone detrás de la cabeza de la Virgen. Asimismo, la pequeña llama que asoma por encima de la pantalla y que pertenece al fuego encendido en la chimenea, alude al Espíritu Santo.

No se agotan aquí las lecturas simbólicas de los elementos del cuadro: en este detalle se aprecia la claridad con la que Campin ha querido representar el pene del Niño, forzando la postura de las piernas de Jesús y la mano de la Virgen hasta tal punto que forman un triángulo que sirve de marco visual a los genitales del Niño.

Obviamente, esto no es casual. Un pene erecto puede significar tanto la resurrección de la carne como la fortaleza de la Iglesia que anuncia el Mesías, el Triunfo futuro de la misma, fruto de la Voluntad de un Dios que es también Hombre y de los que recogen su mensaje. A lo largo de la Edad Media, los exégetas bíblicos discutieron acerca de si Adán sintió placer sexual antes de la Caída y se llegó a la conclusión (pese a lo que muchos hubiesen deducido) de que así fue, porque la Vergüenza no proviene del placer, sino de la indocilidad del cuerpo; así opinaba también San Agustín, quien decía que un pene erecto era signo de Pecado.

En este caso, Campin quiere que seamos plenamente conscientes de que Jesús aún no ha sido circuncidado. Así le confiere todo el sentido a este otro símbolo, que aparece por partida doble en el enlosado:

Se trata de dos baldosas octogonales. El ocho tiene aquí varias implicaciones, pero la principal es que indica el número de días que transcurrían entre el nacimiento de un bebé y su circuncisión, ya que según la tradición, recogida por autores como Maimónides, al octavo día la carne del bebé se hacía “fuerte”. El ocho es el símbolo del infinito y del movimiento eterno del Cosmos, así como de su regeneración: precisamente por ser símbolo de regeneración el número ocho presidió durante siglos el diseño de los baptisterios, que en su mayoría tenían planta octogonal.

Según la interpretación bíblica, la circuncisión de Cristo representa su pacto con la Humanidad y también alude, de forma premonitoria, a su sacrificio posterior, al perdón de los pecados y a la redención de la carne. Otro dato importante, es que confirma la naturaleza humana del Hijo de Dios, puesto que es el momento en que se derrama por primera vez su sangre. Nótese que las baldosas están semiocultas por el manto de la Virgen: eso es porque el momento de la circuncisión aún está por llegar.

Aún hay un último detalle que posee una segunda lectura simbólica: a través de la ventana se contempla un pequeño paisaje, prácticamente una miniatura, aparentemente casual. Sin embargo, hay una escena en la que se distinguen unos trabajadores reparando el tejado de un edificio; Campin estaría aquí aludiendo a un pasaje del Eclesiastés que advierte en contra del Pecado de la Pereza y exhorta a la actividad del creyente mientras se espera el Advenimiento del Mesías.

Hablando de pereza… les recuerdo que aún quedan cuatro misterios por desvelar: ¡participen, leñe!

Bibliografía: Leer imágenes, Alberto Manguel, Alianza Editorial, 2000


2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me esperaba ver esto en este blog. Me parecía que se defendía la ortodoxia frente a crímenes contra la inteligencia como los perpretados por Dan Brown y me encuentro con un artículo que se ocupa de los genitales de Nuestro Señor. ¡Increible!
Además si el pintor ha representado al Niño sin circuncidar es para denotar que Cristo es el Dios de los cristianos, no de esa secta llamada judaísmo. Es una forma de separarnos de los hebreos, que practican esas barbaridades con los tiernos infantes. Campin era cristiano y buen católico, seguro. No como quien se dedica a elucubrar con las santas partes de Cristo.
Todo lo que Girolamo ha escrito en Lecturas simbolicas me parece desacertado.
No creo que vuelva a entrar aquí.

Marcos dijo...

Andrés,

a)la circuncisión es muy saludable, entre otras cosas, evita infecciones.

b) Si acaso, el cristianismo es una secta derivada del judaísmo.

c) ¿Hay zonas de Dios sobre las que no se puede hablar? Por favor, revisa, por ejemplo, el Cantar de los cantares.

d) Cambiando de tercio. El o´cho es también signo de resurrección, por eso muchas pilas bautismales de la Edad Media son octogoganles.