domingo, 14 de octubre de 2007

EL CUADRADO MÁGICO Y LA MONTAÑA MÁGICA

Cuando una obra de arte es verdaderamente grande ejerce una fascinación especial que trasciende al paso del tiempo y a los cambios sociales y culturales.

Muchas interpretaciones ha suscitado el conocido grabado
Melancolia I de Alberto Durero (aquí encontrarán una interesantísima síntesis de las más importantes... ). Y el caso es que, con el paso de los siglos, se siguen estableciendo, activados por la propia obra de arte, riquísimos y siempre nuevos diálogos entre sensibilidades a eones de distancia entre sí.



Es el caso, revelador, de la relación que al parecer tenía el escritor
Thomas Mann con uno de los numerosos símbolos que aparecen en el grabado de Durero: el cuadrado mágico o cuadrado de Júpiter.



Se lo apropió proyectando un sentido mágico-existencial sobre él. Atentos a este fragmento de un artículo de Sealtiel Alatriste con motivo del cincuenta aniversario de la muerte de Mann:


'Recuerda entonces un detalle nimio de la novela con la que quiso cerrar su vida. Sobre un piano alquilado Adrian Leverkühn ha colgado un cuadrado de cuatro columnas y cuatro líneas, que tiene un número diferente en cada casilla. Era el cuadrado mágico que aparece sobre la cabeza del misterioso ángel de la Melancolía I de Durero. ¿Puede todavía evocar el momento en que escribió ese fragmento? Cómo va a olvidarlo, apenas se le ocurrió la escena hizo que el narrador dijera que la magia —o la curiosidad (de ese cuadrado)— reside en el hecho de que, súmense esas cifras como se quiera, de arriba a abajo, de derecha a izquierda o diagonalmente, se obtiene el mismo total de treinta y cuatro.

No lo aclaró, pero esa cifra a su vez sumaba siete, el número cabalístico que él imaginaba que conectaba subterráneamente toda su vida. Sus dos grandes novelas, para no ir más lejos, pues si del número siete pendía el destino de su Doktor Faustus, señalaba al propio tiempo los siete días de una semana que (había declarado en sus intenciones) no serían suficientes para escribir la historia de Hans Castorp, los siete meses que tampoco le alcanzarían para terminarla, los siete años incluso que, ¡Dios mío!, tampoco serían suficientes para abarcar el mundo de La montaña mágica. El siete daba razón de los setenta años de nuestra edad, era el siete veces siete de sus setenta y siete años, una cábala contra el eterno dominio de los anillos de Saturno.

Alguien lo habría notado, pero al igual que en el grabado de Durero, aquel cuadrado aritmético quería convertirse en un talismán, en un objeto mágico que protegiera a su héroe del poder maléfico de la melancolía. Era una invocación de Júpiter. Aunque Thomas Mann sospechaba que todos esos antídotos eran un débil expediente frente al destino real de la persona melancólica —como Adrian Leverkühn, como él mismo— pues ésta se entrega, abnegada e incondicional, a la voluntad del Mago Negro, que de esta manera se convierte en la principal y casi única opción para el intelectual, el sabio, el artista.'

Visto en:
http://settembrini.blogia.com/2007/012001-los-anillos-de-saturno-o-el-siete-de-mann.php

Sobre las interpretaciones del grabado Melancolia I de Durero:
http://arssecreta.wordpress.com/2007/07/02/melancolia-i-de-durero/



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