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jueves, 31 de mayo de 2007

TODO LO QUE SIEMPRE QUISO SABER SOBRE LOS MASONES Y NUNCA SE ATREVIÓ A PREGUNTAR (I)

Déjense de Carlos Dávilas y Césares Vidales de pacotilla, déjense de pseudoliteratura si verdaderamente aspiran a conocer los entresijos de la masonería. Aquí va mi primer fragmento selecto de la serie; pertenece a un libro que a buen seguro conocen: Lo mejor que le puede pasar a un cruasán, de Pablo Tusset; impagable testimonio de un cuasi-iniciado:
“…Tío Felipe —el bigotillo «Todo por la patria»— esta­ba a mitad de un recuento de las maldades conspiratorias de la francmasonería, tópico que aborda siempre que puede a fin de amargarle la noche a SP. Ocurre que mi Señor Padre siempre ha tenido tendencia a expiar la opulencia a través de la filan­tropía, de tal modo que ha terminado por llegar a Venerable Maestro de una de las principales logias del rito escocés. Mi Estupendo Hermano es Ar­quitecto Revisor del Templo —pero lo suyo es un caso claro de nepotismo—, y supongo que yo sería al menos Portaestandarte de no ser porque a SP se le ocurrió llevarme a una Tenida Blanca al cumplir los dieciocho y me dio la risa en plena apertura. Sé que no fue de muy buena educación por mi parte, pero en cuanto oí a mi Señor Padre, mallete en ma­no, decir aquello de «¡Que la Sabiduría presida la construcción de nuestro Templo!», no pude evi­tarlo y se me escapó un «¡Y que la Fuerza te acom­pañe!» que oyó todo el mundo. El caso es que tam­poco erré por mucho, porque lo que contestó el Primer Vigilante en cuanto los profanos termina­ron de reírse fue exactamente «¡Que la fuerza lo sostenga!», con lo que, además de provocar un nue­vo alud de carcajadas, terminó de convencerme de que George Lucas debía de ser medio masón, o por lo menos simpatizante. Desde entonces SP me prohibió acercarme a menos de cien metros de la logia y se terminó mi iniciación. Tanto da: ni siquiera te dan una espada de luz, todo lo que ha conseguido SP en treinta años de dedicación abnegada es una escuadra dorada que ni siquiera es de oro.”