miércoles, 30 de enero de 2008

EL CÓDIGO SHAKESPEARE: UNA CONSPIRACIÓN QUE CAMBIÓ LA HISTORIA.

Con tan mediático título publica Enrique de Vicente un artículo en el número de febrero de la revista Año/Cero (páginas 10 a 17). En él se ocupa del mismo tema que ya tratamos en este blog hace un mes (¿Quién escribió las obras de William Shakespeare?), decantándose por la teoría que apunta hacia la autoría de Francis Bacon.

Por ello, aprovecho la aparición de este artículo para recomendar su lectura y, de paso, la de nuestro artículo [autopromoción descarada].


Para finalizar, reproducimos el texto en el que el propio Enrique de Vicente nos anticipa
brevemente, en la editorial que da inicio a la revista, el tema que tratará unas páginas más tarde:
En 1857 Delia Bacon planteó que las obras atribuidas a Shakespeare fueron concebidas por un grupo de escritores, relacionados con el genial estadista, filósofo e iniciado Francis Bacon; pretenderían con ello inculcar en la mentalidad de las gentes –discreta y eficazmente– un sistema filosófico oculto tras una apariencia superficial, por la cual no deseaban asumir la autoría de las mismas. [...]

Desde entonces se han sucedido una larga serie de estudios que pretenden demostrar la existencia de códigos secretos, utilizados para ocultar diversos mensajes en las obras de Shakespeare y de Bacon.Todas ellas –las impecablemente argumentadas y las de apariencia más descabellada– se desprecian como inaceptables dentro de los círculos académicos, tanto por considerarse muy distintos los estilos literarios de Shakespeare y de Bacon, como porque la desbordante actividad de este último sería incompatible con la plasmación de la voluminosa obra shakesperiana. Similar escepticismo suscitan los estudios que presentan como autores a Marlowe, el Conde de Oxford u otros escritores, que compartieron una relación personal con Bacon. Y sencillamente se ignoran los múltiples argumentos y evidencias que cuestionan la preparación de Shakespeare para ser el único autor de todo lo publicado bajo su nombre (1).
• (1) DE VICENTE, Enrique, "Editorial", Año/Cero, febrero 2008, pág. 3.

lunes, 28 de enero de 2008

EL FRANQUISMO OCULTO (I): ¿PREDIJO SU MUERTE CARRERO BLANCO?

Siempre se nos ha dicho que el franquismo fue un sistema basado en fuertes convicciones católicas y que persiguó cualquier movimiento esotérico, masónico o heterodoxo en general que hubiera dentro España. Sin embargo, lo cierto es que durante los casi cuarenta años de la dictadura, Francisco Franco, al igual que hiciera su homólogo Aldolf Hitler años antes, para reafirmarse y perpetuarse en el poder, se valió de numerosos elementos al margen de la ideología oficial de Régimen y de la corriente ortodoxa del catolicismo.

Siguiendo esta idea, Con este post iniciamos una serie en la que iremos exponiendo algunos de esos elementos esotéricos de este largo período de la historia de España, muchos de los cuales estuvieron siempre a la vista de todos, aunque no fueran interpretados de la forma correcta.

Como acercamiento inicial al tema no hablaremos directamente del Caudillo, sino de su mano derecha, el almirante Luis Carrero Blanco (1903-1973). Resulta extraño que el hombre de confianza de Franco y heredero de toda su labor política esté relacionado con temas tan poco ortodoxos, pero, al parecer, él mismo creía poseer la facultad de ver el futuro a través de los sueños.

En la década de los 50 el almirante empezó a experimentar una serie de sueños que él consideró proféticos y que fueron publicados en el libro Comentarios de un Español, escrito por Juan de la Cosa, que no es otro de el propio Carrero Blanco oculto tras un pseudónimo. Esta obra, difundida desde los años 70, sigue gozando de buen predicamento entre la extrema derecha española, pues se cree que se trata de una premonición de lo que le pasará a España tras la muerte de Franco. Y es paradójico (o no) que los tres puntos directrices de Comentarios… sean tres de los temas favoritos del Caudillo: la monarquía que se instaurará tras el fallecimiento del dictador, el comunismo (¡cómo no!) y la masonería (ibidem), que, según los seguidores de esta obra, son culpables de traicionar a España, a Franco y al Régimen.

Sin embargo, a mi juicio, el vaticinio más curioso de Carrero Blanco no aparece en ese libro y le afectó a él directamente. Se cuenta que en 1959 el entonces Subsecretario de Presidencia confesó a Franco que llevaba varias noches teniendo el mismo sueño:

Llevo algunos días soñando con algo recurrente. Y yo analizo muy bien mis sueños, sé que algo significan, no me pregunte usted la razón… Durante varias noches me despierto sobresaltado, veo que el coche desde el que usted y Eisenhower saludan al pueblo vuela por los aires (1)”.

Como sabemos -esto es Historia-, en ese mismo año 1959 el presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower (1890-1969) realizó una visita a España para dar un espaldarazo político al franquismo, pues desde hacía unos años Franco se había convertido en uno de los principales aliados de los Estados Unidos en Europa occidental en su lucha conjunta contra el bolchevismo. Pero la visita y el encuentro entre los dos Jefes de Estado se produjeron sin contratiempo alguno y, ni mucho menos, su coche voló por los aires como soñó el futuro Presidente del Gobierno. Carrero había fallado en su vaticinio. ¿Seguro? Para algunos no fue así.

Hay quien opina que ese sueño le advertía de algo más cercano. El coche que sí que voló (y mucho) -y esto sigue siendo Historia-, pero 24 años más tarde, fue el del propio almirante, el 20 de diciembre de 1973, en un atentado perpetrado por ETA y que acabó con la vida del político y militar cántabro. Por este motivo, para algunos el sueño no vaticinaba un atentado contra Franco y Eisenhower, sino su propia muerte.

Distintas imágenes del escenario del atentado de diciembre de 1973.

(1) LESTA, José, “Ocultismo en la dictadura”, Enigmas, nº 146, pp. 23 y 23.

Recomendaciones:
• LESTA, José, “Ocultismo en la dictadura”, Enigmas, nº 146, pp. 18-25.
LESTA, José y PEDRERO, Miguel, Franco Top Secret, Temas de Hoy, 2007.
RÁMILA, Iván, “Fuentes de poder”, Enigmas, nº 146, pp. 26-30.
Recreación del atentado a Carrero Blanco en la película italoespañola Operación Ogro (Gillo Pontecorvo, 1979).

lunes, 14 de enero de 2008

LA FASCINACIÓN DE LOS CHINOS POR LA NUMEROLOGÍA.

En la misma época en que apareció en China la escritura pictográfica sobre los caparazones de tortuga y los huesos de animales (hacia 1500 a.C.), los chinos inventaron la numeración decimal. Más allá de su uso aritmético, en la cultura china los números tienen un significado propio. De este modo, en el siglo III Xu Yue, en sus célebres Notas sobre el arte de los números (obra que supone un verdadero tratado de numerología), asocia ya los números con los colores y las formas.

Para los chinos, el 3 (sān, ) es el número fundamental y perfecto a partir del cual, según el Libro del dao, fueron creados los seres vivos. Por eso comúnmente se habla de los «tres emperadores fundadores» (Fuxi, Shennong y Huangdi), de las «tres escuelas de pensamiento» (el confucianismo, el taoísmo y el budismo), de los «tres reinos» (Shu, Wei y Wu) en que se dividió China en el siglo III d. C. y que fueron objeto de una de las novelas más famosas, la Crónica de los tres reinos (obra de Chen Shou, 233-597); de las «tres invenciones» (la pólvora, la brújula y la imprenta) que revolucionaron las condiciones de vida de los chinos, e incluso de los «tres principios del pueblo» (nacionalismo, democracia y solidaridad) del dirigente moderno Sun Yat-sen.

Una cifra menos afortunada es el 4 (, ), que, como nuestro número 13, trae mala suerte, habiendo incluso todavía hoy hoteles que siguen sin poner este número en los botones de los ascensores, ya que evoca la muerte. No obstante, ha dado lugar a algunas clasificaciones más afortunadas, como los «cuatro libros» confucianos (los Diálogos de Confucio, el Mengzi (Mencio) y los dos opúsculos sacados del Liji, la Gran enseñanza y la Compilación del justo medio) los «cuatro tesoros del letrado» (la tinta, el pincel, el tintero y el papel). Y mucho más recientemente, parece que Deng Xiao-ping no consideraba nefasta esta cifra, pues la utilizó para su lema de las «cuatro modernizaciones».

El 5 (, ) fue siempre un número fetiche. Se hablará así de los «cinco secretos de la felicidad» (salud, riqueza, prosperidad, virtud, longevidad), los «cinco elementos (Cinco fases o Cinco Agentes, wuxing), las «cinco direcciones» (norte, sur, este, oeste, centro), los «cinco clásicos» (wujing, colección de libros que para los chinos poseen un valor semejante a Platón o la Biblia en la cultura occidental), los «cinco animales domésticos» (buey, cordero, cerdo, gallina y perro), las «cinco vísceras» de la medicina (bazo, pulmones, corazón, hígado y riñón) y un largo etcétera.

Sería muy largo mencionar otros números que también están asociados a conceptos. Nos limitaremos a indicar que el 7 (, ) era considerado el número Yang más «perfecto», mientras que el 9 (jiǔ, , considerado el número más «completo») simbolizaba al emperador (de hecho, la mayoría de los palacios imperiales contaban con nueve patios sucesivos). El 8 (bā, ) traía buena suerte, probablemente porque hay «ocho trigramas» (I ching, o Libro de las mutaciones), y el 10 (shí, ) representaba la «etapa última», ya que era en ese punto donde se reunían los «diez troncos celestes» del ciclo del calendario lunar tradicional (tiangan).
En cuanto al 100 (bǎi, ), es sinónimo de profusión y abundancia. Y en consonancia con ello, Mao Zedong lanzó la «Campaña de las 100 flores». El Libro de los 100 apellidos, editado en época Song (es una compilación de los 430 patronímicos más corrientes de China), lo tenían que aprender de memoria todos los colegiales chinos.

Por último, el número 10.000 (wàn, 万 o 萬) simboliza el infinito. Así los «10.000 años de longevidad» (wan sui) no es ni más ni menos que la inmortalidad. Es lo que entonaba en honor de Mao la muchedumbre cuando desfilaba el 1 de mayo, en la plaza de Tian Anmen, ante el viejo líder.

Amplía información en:
En www.latercera.cl/.
En Wikipedia.
En centros5.pntic.mec.es.

FUENTE: FRÈCHES, José, Érase una vez China. De la Antigüedad al siglo XXI, Espasa Calpe, 2006.

domingo, 6 de enero de 2008

DECONSTRUYENDO A SHERLOCK HOLMES


La obra de Mark Tansey me seduce como un misterio; de técnica precisa, monocromática, impersonal y aparentemente ausente de emotividad, consigue sin embargo recrear atmósferas inquietantes que transforman mágicamente una reflexión lingüística, filosófica o estética en un reto detectivesco: me viene a la mente una declaración de Degas afirmando que pintar un cuadro es como planear un crimen.

El espíritu que mueve el arte de Tansey es postmoderno y sumamente irónico, mordaz en ocasiones. Su obra es difícil de clasificar: participa del hiperrealismo, del realismo mágico, del surrealismo, del arte pop y de la figuración de la transvanguardia en general, pero de ninguna manera puede encuadrarse en ninguna de estas tendencias.

Quería hablarles brevemente de una de sus obras en concreto, muy sugerente y representativa de su actitud frente a las esferas del arte, la literatura, la sociedad y el pensamiento occidental… se titula Derrida Queries De Man (Derrida cuestiona a De Man).

Mark Tansey, Derrida queries De Man, 1990 (Collection of Mike and Penny Winton)

Hay dos hombres luchando o bailando al borde de un precipicio del que no se aprecian los límites verticales y cuya condensación al fondo igual podría pertenecer a una cascada como al vacío. Esta ambigüedad visual y descriptiva es intencional y característica de Tansey.

El título de la obra nos informa acerca de la identidad de los dos personajes del cuadro: se trata del filósofo Jacques Derrida, creador de la deconstrucción y la filosofía de la différence, y Paul De Man, destacado intelectual deconstructivista y crítico literario.

Adrian Costache aporta su interesantísima interpretación de esta pintura desde una óptica puramente filosófica. Según él, el punto de vista introducido en el cuadro está aludiendo directamente a la deconstrucción, ya que se supone que una de las características esenciales de esta disciplina es que no aborda sus planteamientos desde una única perspectiva, sino desde una perspectiva múltiple, exclusiva forma de acceder a la estructura oculta de los procesos culturales. Además, el propio Derrida describe la deconstrucción como una disciplina rigurosa, lo cual establece una clara analogía con la danza (recordemos que los dos personajes de la pintura están bailando). No acaban aquí las referencias directas a Derrida en la pintura: el locus pictórico en el que nos movemos es el borde de un precipicio, y el filósofo francés decía que se estaba siempre moviendo en los límites del discurso filosófico.

Además, el fondo del cuadro sugiere una especie de vacío, un no-fin del espacio representado y del espacio pictórico. Derrida habló en una ocasión de que los procesos culturales y filosóficos de la civilización occidental parecían no tener fin y que los mecanismos encaminados a perpetuarlos a través del tiempo funcionarán eternamente.

No sólo eso: si contemplan con detalle el primer término del cuadro, verán que hay una especie de texto camuflado con el paisaje. Cito a Derrida: “la deconstrucción interroga a la filosofía más allá de su significado, tratándola no sólo como un discurso sino como un determinado texto inscrito en un texto general, encerrado en la representación de su propio margen”.

Todo esto lo conecta Costache con la pregunta acerca de la naturaleza post-metafísica de la filosofía hermenéutica de Gadamer. Pero me voy a quedar ahí, recomendando la lectura del artículo completo a todos aquellos a quienes les interesa el mundo de la filosofía.

Sin embargo, lo que más me asombra del cuadro de Tansey es la habilidad con la que ha conseguido imbricar su discurso en una forma representativa que configura una referencia visual poderosísima, de primer orden, a un tipo de literatura popular muy sugerente y, sobre todo, a un personaje que constituye un auténtico arquetipo en el inconsciente colectivo: Sherlock Holmes.

Efectivamente, cualquiera que tenga unos mínimos conocimientos de las aventuras del detective creado por Conan Doyle tiene que haber relacionado de forma casi automática la escena de la pintura de Tansey con “El último problema”, el relato en el que Sherlock Holmes se deshace del malvado Moriarty arrojándolo tras una lucha cuerpo a cuerpo a las cataratas de Reichenbach. Holmes aprovecha para fingir su propia muerte y regresar a Londres utilizando esa ventaja en contra de sus enemigos.

Obviamente, todo esto no es casual; la imagen en que se basa directamente Tansey para efectuar su particular proceso de deconstrucción pictórica es, y ahí precisamente radica parte de su genialidad, una ilustración de Sidney Paget para el relato de Conan Doyle, en donde aparecen Holmes y Moriarty luchando a brazo partido en el precipicio:

Sidney Paget, 1893: ilustración para The Final Problem, de Conan Doyle

Es entonces cuando sustituimos las personalidades de Derrida y De Man por las de Holmes y Moriarty, el detective y su poderoso antagonista, su igual en el lado oscuro, que ya no están bailando un tango sino luchando a muerte al borde de un precipicio. Supremo giro tanseyano cargado de ironía en el que el mismo proceso pictórico pasa a ser no sólo un homenaje a la deconstrucción derridiana, sino deconstrucción auténtica, lectura postestructuralista que nos muestra un texto filosófico-lingüístico entrelazado con otro literario-detectivesco, dos personajes reales del mundo de la cultura que se desdoblan en dos personajes míticos del mundo de la ficción, un texto que lleva a otro texto que lleva a otro texto que lleva a otro texto… así hacia el infinito que parece insinuarse en la indefinición de la pintura, que también se desarrolla al borde del discurso pictórico y del filosófico y del literario… es ahora cuando alcanzamos a comprender que el texto camuflado en el primer plano del paisaje es el de Derrida, el de Conan Doyle, incluso el de Homero, Shakespeare y Cervantes.

Tansey parece darle la razón a Borges: todas las historias son una única historia que ya ha sido contada muchas veces y que seguirá contándose eternamente.

Adoro el arte contemporáneo, adoro a Tansey…